La columna de la Lic. Noe Benedetto: Fiestas y mandatos sexuales
Las fiestas de Navidad y Año Nuevo son momentos cargados de simbolismo, tradiciones y expectativas. La mesa llena, los brindis y los regalos suelen ser los protagonistas visiblesde estas fechas, pero hay un aspecto menos explorado que también cobra relevancia: las expectativas y mandatos sexuales asociados a estos momentos del año.
El contexto festivo y la idealización de la intimidad
Las fiestas suelen venir acompañadas de un discurso que privilegia el amor romántico, la monogamia, la conexión familiar y la alegría compartida. Dentro de este marco, emergen expectativas sobre la vida sexual: el cierre del año se presenta como una “oportunidad” para reforzar los lazos de pareja y/o “reparar” posibles crisis mediante el sexo. El imaginario popular refuerza la idea de que las celebraciones deben incluir no solo cenas elaboradas, sino también una vida sexual activa y “memorable”.
Sin embargo, estas expectativas suelen ignorar las complejidades emocionales y psicológicas que atraviesan las personas durante las fiestas. Para muchas, esta época trae consigo altos niveles de estrés, conflictos familiares, presiones económicas y agotamiento. En este contexto, la imposición de un mandato sexual puede ser especialmente pesada, generando culpa y frustración en lugar de disfrute.
Mandatos sexuales en clave de género
Los mandatos sexuales están marcados por el género. Las socializadas mujeres, por ejemplo, suelen enfrentarse a un doble mandato: por un lado, se espera que asuman la mayor parte de las responsabilidades asociadas a la organización de las fiestas (decoración, cocina, regalos, cuidados y crianza); por otro, se les exige también estar impecables y disponibles sexualmente, con energía y entusiasmo para sus parejas. Este doble esfuerzo puede derivar en un desgaste físico y emocional que limita la posibilidad de disfrutar del encuentro sexual como un espacio de placer mutuo.
Por su parte, los socializados varones se enfrentan a la presión de cumplir con el estereotipo de buen amante o en el consumo excesivo de alcohol como mecanismo para reforzar una masculinidad hegemónica. Paradójicamente, estas mismas conductas suelen ser contraproducentes para el disfrute sexual.
En parejas no heteronormativas, los mandatos sexuales también operan, aunque de manera diferente. La narrativa de “arrancar el año con un momento especial” puede intensificar la presión por cumplir con ciertos ideales de pareja o intimidad, invisibilizando las realidades diversas de los vínculos.
La mercantilización de la sexualidad en Navidad y Año Nuevo
Otro factor clave es la manera en que la industria del consumo refuerza estos mandatos sexuales. Durante las semanas previas a las fiestas, es común encontrar campañas publicitarias que promueven productos específicos para “reavivar la pasión”: desde lencería roja “sensual” hasta juguetes sexuales que prometen “reinventar” la vida íntima. Si bien estos productos pueden ser herramientas valiosas para el placer, también pueden convertirse en un recordatorio más de las expectativas de rendimiento sexual en estas fechas. Este discurso también suele reducir el sexo a una práctica genitalizada y heteronormativa, dejando de lado otras formas de intimidad y conexión. Además, refuerza la idea de que el deseo sexual debe ser constante y espontáneo, ignorando que el deseo es fluido y profundamente influenciado por factores contextuales y emocionales. El deseo sexual no es una obligación ni una herramienta para “salvar” situaciones complejas.
Despatologizar el “no deseo” durante las fiestas
La narrativa dominante asocia la ausencia de deseo sexual con un problema que debe ser solucionado. Sin embargo, es crucial despatologizar el “no deseo”, especialmente durante las fiestas. No desear tener sexo no es sinónimo de desinterés o fracaso en la relación; puede ser una respuesta saludable a las demandas externas y al contexto emocional. El deseo sexual no es una obligación ni una herramienta para “salvar” situaciones complejas.
Replantear la sexualidad en las fiestas: una invitación al placer consciente
En lugar de sucumbir a los mandatos sexuales, las fiestas pueden ser una oportunidad para replantear la sexualidad desde un lugar más auténtico y consciente. Algunas estrategias incluyen:
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Priorizar el autocuidado: Reconocer y atender las propias necesidades emocionales y físicas es esencial para vivir la sexualidad desde el disfrute y no desde la obligación.
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Redefinir la intimidad: La intimidad no siempre implica sexualidad. Momentos de conexión emocional, tiempo de calidad o simplemente estar presentes también son valiosos.
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Comunicación asertiva: Hablar con los vínculos sobre las expectativas, los deseos y los límites puede reducir la presión y fomentar encuentros más satisfactorios.
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Explorar el placer desde la creatividad: En lugar de enfocarse en cumplir con ideales, se puede explorar el placer desde la curiosidad y sin metas predeterminadas.
Conclusión: hacia unas fiestas libres de mandatos sexuales
Las fiestas de Navidad y Año Nuevo no tienen por qué ser momentos de mandato sexual. Al replantear estas fechas podemos despojarlas de las cargas innecesarias que perpetúan las desigualdades de género y el rendimiento sexual como medida de éxito.
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