Calamaro brindó un concierto memorable en Plaza de la Música

Otra vez el poder de la canción

Una chica de no más de 20 años está subida a los hombros y canta emocionada hasta las lágrimas: “Me parece que soy de la quinta que vio el Mundial 78”. No vio el Mundial y probablemente no había nacido cuando salió ese tema hace 25 años en Alta Suciedad (1997). El poderío de la canción la había atravesado por completo junto al resto del público conformado por una ancha franja etaria. Es que Calamaro detonó Plaza de la Música con su poderoso repertorio.

El músico dio un concierto de dos horas en una noche calurosa, con el lugar totalmente colmado por seis mil personas. La última vez que Andrés había visitado ese reducto había sido en diciembre de 1999, cuando aún se llamaba Vieja Usina, en un marco totalmente diferente de público.

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En la previa se escucharon rocanroles clásicos de los 50 que amenizaron la espera. A las 21 15 se apagaron las luces y salió el músico encabezando su banda con una remera del genio de la salsa, Willie Colón. Atrás lo escoltaron sus socios musicales que lo acompañan desde hace unos cuantos años: Julián Kanevsky en guitarras, Germán Wiedemer en teclados, Julián Domínguez en bajo y el cordobés radicado en Madrid, Martín Bruhn en batería.

Lo que siguió fueron 21 canciones seguidas en dos horas de concierto. “Bohemio”, con detalles surf en las guitarras marcó el comienzo, para continuar con “Cuando No Estás” y “Verdades Afiladas”. Con pocas palabras (desde su regreso en la plaza Próspero Molina que no hablaba tan poco entre tema y tema) decidió que hable la música. Total repertorio sobra.

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Por suerte se normalizó atravesar géneros diferentes en un concierto de rock, algo que Calamaro hace desde siempre. Así sonaron aproximaciones a la cumbia con “Tuyo Siempre”, al cuarteto con “Maradona”, al dark con “All You Need Is pop”, a la balada “Crímenes Perfectos”, al rock and roll con “Me Arde”, “El Salmón” o “Para Siempre”,  a la bossa nova con destellos de tango con “Los aviones” con el final mambeado de “Oye Como Va”, el clásico de Tito Puente.

No fue la única cita de la noche, también hubo un guiño a Paul McCartney con un fragmento de “Live And Let Die” sobre el final de “Los Chicos”; a Los Panchos con “Esperame en el cielo” en plan tango tras el final de “Maradona” y a Los Abuelos de la Nada, con ese fragmento de “mil Horas” dentro de “Tuyo Siempre”.

Una de las grandes sorpresas de la velada fue la aparición en el escenario de Zoe Gotusso, cuya presentación sacó las primeras palabras de Calamaro en la noche: “la cordobesa más universal”, dijo. Juntos hicieron “Tantas Veces” en plan dueto como en Dios Los Cría (2021), pero con Zoe haciendo la parte de Mon Laferte. La cordobesa generó las primeras ovaciones fuertes de velada, con su voz y su carisma se comió el escenario. No es la primera onda entre ellos, alguna vez, cuando en las redes sociales haters atacaron a Zoe por abrir los shows de Colplday, el Salmón salió a bancarla y a definirla como nuestra Caetano Veloso, pavada de halago.

A diferencia de su última visita, que fue en octubre de 2019 en el Orfeo Superdomo, dónde las visuales tuvieron un rol fundamental con imágenes del Mayo Francés, de rockers queers o de Simone De Beauvoir, esta vez las tres pantallas amplificaron las imágenes de los músicos tocando.

Salvo casos puntuales como en “Maradona”, con el Diego haciendo de las suyas frente Bélgica e Inglaterra  o “Los Chicos”, que sumó en la clásica lista de amigos fallecidos a Willy Crook, Palo Pandolfo, Pil Trafa y el propio Diego sobre el final.  Realmente conmovedor.

Dentro de las canciones solistas que no suenan siempre en el repertorio en vivo podemos citar “La Parte de Adelante”, “Tantas Veces” o “All You Need Is Pop”; mientras que de Los Rodríguez  sonaron “Mi Enfermedad”, que generó arenga en el público, “Sin Documentos” y “Para No Olvidar”. Tres clásicos a prueba de balas.

Ya con el recinto hecho una caldera llegó el clásico final con “Flaca” y “Paloma”, que terminó con el público cebado cantando a capela para que luego se sume la banda en el estribillo final.  Tras un breve lapso llegaron los bises con “Crímenes Perfectos” y “Los Chicos” para terminar con un “Gracias, Córdoba. Hace 40 años que vengo” y emular una corrida de toros con capote negro en mano.

Párrafo aparte para la banda que sonó aplomada, con perfecta ejecución instrumental y muchos detalles rítmicos y armónicos. Por un lado la base entre Bruhn y Domínguez y por el otro los dos instrumentos que pusieron el fuego, como la guitarra de Kanevsky y los teclados de Wiedemer. En tanto que Andrés pivoteó entre la guitarra, el piano y algunas instrumentos percusivos, como el cencerro y las maracas. Aunque, por supuesto, su mayor arma fue la voz, que permanece en estado de gracia.

Alguna vez Marshall McLuhan dijo que una de las funciones de los artistas en el futuro iba a ser desenchufar al hombre eléctrico, y en cierta medida Andrés Calamaro, a fuerza de canciones, hizo que se apaguen los celulares: a medida que avanzó el concierto se fueron guardando para que el final sea de relación directa entre la música y público. El poder tremendo e infinito de la canción.

Por Santiago Ramos

PH: Nicolás Papa.

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