#LaSexión: Uso de Viagra en jóvenes, la presión de cumplir siempre

La Lic. Noe Benedetto busca qué hay detrás de esta práctica cada vez más naturalizada.

En las últimas dos décadas, la conversación sobre la sexualidad de los socializados varones ha estado cada vez más marcada por un aumento del uso de fármacos destinados a tratar las dificultades erectivas, especialmente la famosa “pastilla azul”, cuyo nombre comercial es Viagra; el sildenafil mejora el proceso natural de la erección, pero no lo desencadena por sí solo.

Lo que originalmente fue diseñado para personas mayores con problemas de erección relacionados con la edad o ciertas condiciones de salud, ha comenzado a ser utilizado por otra población: jóvenes sin problemas fisiológicos aparentes, pero con profundas presiones sociales y psicológicas que afectan su sexualidad.

El mito de la “masculinidad siempre lista”

La narrativa social en torno a la sexualidad masculina ha perpetuado una creencia sumamente dañina: que los varones deben estar siempre dispuestos y capaces de mantener relaciones sexuales penetrativas. Este mandato, profundamente arraigado en la cultura patriarcal y el machismo, asume que el deseo y el desempeño sexual de los hombres es constante, invariable y siempre dirigido a la penetración. Cualquier desviación de este estándar se ve como una amenaza a la virilidad misma.

Para muchos jóvenes, la idea de “fallar” o “no estar a la altura” de las expectativas (propias o ajenas) genera una ansiedad impresionante. En este contexto, el Viagra aparece como una solución mágica, una manera rápida y accesible de asegurarse que cumplirán con el ideal de rendimiento sexual. No obstante, lo que se pasa por alto es que esta presión constante por rendir no sólo distorsiona su relación con su cuerpo, sino que también invisibiliza la diversidad del deseo, la vulnerabilidad, las variaciones de las respuestas sexuales y la conexión emocional que son esenciales en una vida sexual satisfactoria.

¿Por qué los jóvenes recurren a Viagra?

Se trata de una tendencia en aumento. Existen múltiples factores que motivan este comportamiento, entre ellos:

1. Ansiedad por el desempeño sexual: La presión de mantener relaciones sexuales penetrativas prolongadas y cumplir con un estándar irreal puede llevar a los jóvenes a experimentar lo que se conoce como ansiedad por el rendimiento. En lugar de enfocarse en la intimidad y el placer compartido, éstos se sienten atrapados en la obligación de ejecutar una “performance” sexual.

2. Comparaciones: Con el acceso masivo al material sexualmente explícito, muchos varones construyen una expectativa distorsionada de cómo debería ser el sexo. En estos contenidos, los cuerpos de las personas con pene son presentados como siempre disponibles, con erecciones duraderas y un rendimiento físico que rara vez refleja la realidad. Este contraste genera frustración, llevando a algunos a buscar el uso de Viagra para imitar esos estándares irreales.

3. Expectativas sociales y presiones culturales: La idea de que la masculinidad está ligada al rendimiento sexual y éste a la erección se ve reforzada en muchos círculos sociales. Entre amigos, el relato de experiencias sexuales exitosas y prolongadas se convierte en una especie de competencia. Los jóvenes que se sienten inseguros en sus habilidades pueden recurrir al uso de Viagra para evitar ser vistos como menos “masculinos” o aptos sexualmente.

Las consecuencias invisibles

El uso de Viagra en jóvenes puede generar un impacto significativo en la salud mental y emocional. El hecho de depender de una pastilla para “garantizar” el éxito/erección en el sexo refuerza la idea de que su capacidad de disfrutar y proporcionar placer está ligada exclusivamente al rendimiento físico. Esta dependencia puede convertirse en un círculo vicioso, aumentando la ansiedad en torno al sexo y llevando a que se sientan inseguros o eviten situaciones si no cuentan con el fármaco disponible.

La desconexión con el propio cuerpo: en lugar de aprender a registrar las variaciones de sus respuestas sexuales, estos varones terminan delegando su control y satisfacción sexual a un medicamento. Esto no solo perjudica su autopercepción, sino que también interfiere con la capacidad de desarrollar una sexualidad basada en la espontaneidad, la comunicación y el placer mutuo.

Rompiendo el círculo: ESI y cambios culturales

Para abordar este fenómeno creciente, es crucial que se hable abiertamente sobre las expectativas y presiones que enfrentan los jóvenes en relación con su sexualidad. La educación sexual integral (ESI), que incluye una mirada crítica sobre los estereotipos de género y las expectativas culturales en torno al sexo, es esencial para brindarles a los jóvenes las herramientas necesarias para comprender y aceptar su sexualidad sin recurrir a fármacos innecesarios.

Para reducir la ansiedad en torno al desempeño sexual es fundamental desafiar la noción de que el éxito sexual está determinado por la duración de la erección o la frecuencia del coito.

Replantear el Erectocentrismo

El aumento en el uso de Viagra entre jóvenes es un síntoma de una cultura que valora el rendimiento y la apariencia por sobre el bienestar emocional y la satisfacción real. Desafiar las narrativas dañinas en torno a la masculinidad y la sexualidad es un paso esencial para cambiar la manera en que los jóvenes se relacionan con su propio cuerpo y con sus compañías sexuales.

Es hora de empezar a replantear el valor del “cumplimiento” sexual y promover una visión más placentera y saludable de la sexualidad masculina. Esto no solo beneficiará a los jóvenes que actualmente se sienten atrapados en la necesidad de recurrir a soluciones rápidas, sino que también abrirá el camino a relaciones más auténticas, respetuosas y satisfactorias en el futuro.

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Los titulares se desprenden de las consultas que propone la audiencia en @lic.noeliabenedetto. Este espacio informativo no suplanta a una consulta con un/a profesional de la salud.

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