“Creo que tengo el síndrome de la persona impostora pero en lo sexual”

En su columna semanal la Lic. Noelia Benedetto nos habla sobre el síndrome del impostor y su relación con la actividad sexual.

El síndrome de la impostor es un concepto muy divulgado en el ámbito laboral: alguien con una trayectoria laboral y/o profesional exitosa, duda de su capacidades, considera que se lo debe a la suerte o a la causalidad, que en el fondo no se lo merece, y que tarde o temprano terminará descubriéndose que es una “estafadora” o que es un “fraude”. Esto aumenta la inseguridad, y puede impedirle un crecimiento en su carrera. Se caracteriza por una falta de autoestima que lleva a dudar constantemente del potencial propio, donde cuanto más éxito tiene la persona, más duda de lo que ha conseguido.

Síndrome de la impostor

El término fue acuñado en 1978 por las psicólogas Pauline Rose Clance y Suzanne Ament Imes. Podemos cuestionarle el concepto patologizador de “síndrome” debido a que no es una enfermedad, tampoco figura en los manuales diagnósticos, más bien es un malestar de género que impacta en la salud mental de las personas que lo padecen. Se presenta mayoritariamente (aunque no es exclusivo) en socializadas mujeres, por lo tanto es un problema social (no individual). La autoimagen de las mujeres de ser impostoras está en consonancia con la visión social de que las mujeres no son definidas en muchos ámbitos como suficientemente competentes.

Síndrome de la impostor en el ámbito sexual

Valerie Young (2011) plantea que este tipo de pensamientos intrusivos pueden sucederse en los vínculos sexo afectivos. Se evidencia en ideas tales como tener la sensación de que no eres lo suficientemente atractiva para la otra persona o que te van a cambiar o dejar por alguien mejor.

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Las causas están relacionadas con el entorno en el que hemos sido socializadas, donde los estereotipos de género, crecer siendo subestimadas, o no validadas, pueden influir negativamente. No tan solo la modalidad de crianza en el seno familiar, sino otros agentes socializadores y estructuras que también intervienen en esta situación: el estado, los colegios, los medios masivos de comunicación, los productos culturales sexuales.

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Muchos de sus indicadores aparecen cuando empezamos a convencernos de que no podemos o no somos buenas amantes, que no contamos con el capital erótico necesario, lo que deriva en no estar nunca satisfechas con nuestra apariencia física, destreza sexual y/o nivel intelectual. Esto impacta directamente en los encuentros o en la forma de vincularnos, ya que puede desde inhibir el disfrute o las habilidades comunicacionales, generar ansiedad en lo sexual, hasta resultar complejo para la compañera tener que estar validando constantemente a alguien que no está convencida o que duda de su atractivo o desempeño. Estos se pueden presentar tanto durante el acto como ante la idea de un encuentro erótico.

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También es importante tener en cuenta la altura de nuestras expectativas al momento de lo sexual, ya que pueden insegurizarnos aún más.

Se presenta un temor a no poder satisfacer a la otra persona, o bien una exigencia despedida, generalmente en términos cuantitativos del desempeño sexual muy vinculada a las métricas que nos impone el porno mainstream o a una imagen corporal hegemónica.

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Para Young “La autoexigencia de las mujeres en el plano erótico se encuentra más asociada a la imagen corporal (como cumplir con el canon de belleza socialmente aceptado) y a ser complacientes con la pareja sexual, y no tanto a las capacidades de ejecución, como sí ocurre en el ámbito profesional. Sin embargo, en los hombres, las exigencias sexuales sí estarían más asociadas a sus capacidades, por lo que yo diría que en el plano erótico quizás se permite menos fallar al hombre que a la mujer”.

.Si me vengo sintiendo así ¿Qué puedo hacer? Es indispensable para una sexualidad plena: confianza en una misma y en la otra persona, que el objetivo se desplace del rendimiento al placer, dejar de compararse y hacer propias las expectativas ajenas.

La falta de confianza afecta a la capacidad de centrarse en una misma, permitirse explorar el cuerpo, apropiárselo, saber identificar lo que sentimos, física y psíquicamente.

Los pensamientos negativos y los que tengan por objeto a una misma o preocupaciones son los peores enemigos de la sexualidad. Si el malestar es significativo para vos o te impide llevar una vida sexual satisfactoria podés realizar una consulta a un especialista.

La columna de la Lic. Noelia Benedetto es auspiciada por PLAYBOYS CONDOMS, explorá con #modoplayboy.

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