Nuestro reloj interno: por qué algunos madrugan y otros trasnochan
Los patrones de sueño evolucionaron junto con la humanidad. En tiempos prehistóricos, dormir en turnos ayudaba a proteger a la tribu de amenazas externas. Esta estrategia de supervivencia dejó una huella en nuestra biología.
A lo largo de la historia, los humanos adaptamos los patrones de sueño para sobrevivir. Cuando éramos cazadores- recolectores, la vida en comunidad era esencial para protegerse de depredadores y tribus rivales y el sueño se organizaba en turnos. Mientras algunos descansaban, otros vigilaban. Esta costumbre quedó marcada en el ADN: alrededor del 10% de la población posee el gen CRY1, que permite pasar más tiempo despiertos o el gen DEC2, que reduce la necesidad de sueño a unas pocas horas.
Desde la temperatura corporal hasta la producción hormonal, nuestro organismo sigue ciclos internos regulados por el reloj biológico. Este sistema, conocido como ritmo circadiano, está controlado por una estructura del cerebro conectada a los ojos que sincroniza nuestras funciones con la luz y la oscuridad. Al amanecer, se activan mecanismos que nos mantienen en alerta, mientras que al anochecer la melatonina induce el sueño. De manera natural, alrededor de las dos o tres de la tarde, la energía disminuye, lo que explica el impulso de tomar una siesta tras la comida.
Cada célula del cuerpo posee genes CLOCK, encargados de regular estos ritmos. Sin embargo, no todos funcionan de la misma manera. Para algunas personas, la producción de melatonina inicia con la puesta del sol, mientras que en otras se retrasa hasta la madrugada. Esta diferencia es lo que determina el cronotipo de cada individuo, es decir, su preferencia natural por dormir y despertar en ciertos horarios.
Durante la década de 1970, los cronotipos se dividieron en tres grupos: alondras, colibríes y búhos. Más tarde, el especialista en sueño Michael Breus amplió esta clasificación a cuatro tipos:
- Los leones, que madrugan y son más activos por la mañana.
- Los osos, que siguen el ritmo del sol y representan a la mayoría.
- Los lobos, con preferencia por la noche.
- Los delfines, caracterizados por un sueño ligero y dificultades para dormir.
En 2021, una nueva investigación propuso seis categorías adicionales que incluyen los hiperactivos, los vespertinos y los diurnos somnolientos.
Las personas nocturnas tienden a presentar mayores riesgos para la salud, como sedentarismo, malos hábitos alimenticios y mayor propensión a la ansiedad o depresión. Además, en una sociedad que prioriza los horarios matutinos, suelen ser percibidos como menos productivos. Por otro lado, quienes madrugan suelen mostrar mayor motivación, aunque si fuerzan su horario para adaptarse a una vida social intensa, también pueden desarrollar problemas de sueño.
Es fundamental diferenciar entre un cronotipo natural y una alteración del sueño causada por malos hábitos. Aunque la predisposición genética influye, factores como la ubicación geográfica y la exposición a la luz pueden modificar los ritmos internos. Además, el cronotipo cambia con la edad: los niños suelen despertarse temprano, los adolescentes se vuelven más nocturnos y, a partir de los 25 años, la mayoría tiende a adaptarse a un ritmo más diurno. Se observó que las mujeres suelen madrugar más que los hombres, aunque se investiga cuánto de esto responde a la biología y cuánto a las responsabilidades sociales.
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