Las “mujeres del mar” que poseen un ADN con potencial médico

En la isla de Jeju, las haenyeo practican desde hace siglos la pesca submarina a pulmón en aguas heladas, una tradición que está en peligro de desaparecer. Estudios recientes revelan que su genética podría ofrecer pistas para tratamientos contra enfermedades cardíacas y la hipertensión.

Las haenyeo, conocidas como las “mujeres del mar” en Corea del Sur, son buceadoras que se sumergen hasta 15 metros en las frías aguas del mar del Este sin utilizar equipos de oxígeno. Bajo el agua, recolectan moluscos y otros productos marinos con cuchillos, trajes de neopreno y aletas. Esta práctica ancestral, documentada desde el siglo XVII y reconocida por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial, moldeó la economía y la estructura social de la isla de Jeju, donde las mujeres se sostuvieron durante siglos a sus familias y crearon una sociedad matriarcal poco común en Corea.

Actualmente, la población de haenyeo disminuyó. Son menos de 3 mil mujeres activas y la mayoría son mayores de 60 años, ya que las generaciones jóvenes optan por empleos en el turismo, que ofrecen mejores ingresos y menor riesgo.

Su aporte a la medicina 

Desde 2019, un equipo internacional liderado por la genetista Diana Aguilar Gómez estudió las características genéticas y fisiológicas de las haenyeo. El análisis comparó a buceadoras activas con mujeres no buceadoras de Jeju y otras regiones y encontró adaptaciones únicas. Estos incluyen un reflejo de inmersión más intenso que ayuda a conservar oxígeno durante la apnea y variaciones genéticas que podrían proteger contra el aumento de la presión arterial, un efecto común en el buceo. También se identificó una mutación que podría explicar su resistencia al frío extremo, vital para la actividad en aguas gélidas sin trajes aislantes.

“Estas variantes se encuentran en diferentes frecuencias en poblaciones del mundo. Pueden ser relevantes para personas con hipertensión o problemas vasculares, no solo para buceadoras o mujeres embarazadas”, afirmó Aguilar. Además, destacó que “podrían convertirse en objetivos terapéuticos. No sabemos aún cómo se aplican, pero sí que podría salir de aquí algo útil”.

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