La Sexión: “Solo tenemos relaciones cuando ella quiere”
La Lic. Noelia Benedetto se adentra en el mundo de la discrepancia sexual.

Dentro de las consultas que recibo en @lic.noeliabenedetto una frase que resuena con frecuencia es: “Solo tenemos relaciones cuando ella quiere”. Esta afirmación, generalmente formulada por socializados varones en relaciones heterosexuales, expone una problemática que puede generar tensiones y malestar en el vínculo: la discrepancia en la frecuencia sexual.
Diferenciando deseo y atracción
Para comprender la discrepancia sexual, es crucial diferenciar dos conceptos fundamentales: la atracción y el deseo. La atracción es la capacidad de sentir interés o excitación por alguien y de tener ganas de tener relaciones; el deseo, en cambio, tiene que ver con el estado de disponibilidad que tenemos hacia una actividad sexual (fantaseo, autoestimulación, encuentros compartidos, pensamientos, etc.). Muchas personas pueden sentir deseo sin que esto se traduzca en una atracción para con alguna persona, algo que resulta especialmente relevante en relaciones a largo plazo.
Históricamente, se ha tendido a asumir que el deseo sexual debe ser espontáneo y constante, especialmente en los socializados varones, lo que ha generado una presión para que inicien el encuentro erótico y “prueben” su interés a través de la iniciativa sexual. A su vez, las socializadas mujeres han sido ubicadas en el rol de “administradoras”, donde su negativa o falta de disponibilidad sexual puede interpretarse como una problemática vincular, en lugar de una manifestación de sus propios tiempos y deseos.
Deseo espontáneo y responsivo
Uno de los mayores errores al abordar la discrepancia sexual es asumir que el deseo debe manifestarse de la misma forma (frecuencia e intensidad) en todas las personas. En este sentido, la sexóloga Rosemary Basson desarrolló un modelo cíclico del deseo sexual que diferencia entre deseo espontáneo y deseo responsivo.
El deseo espontáneo es aquel que aparece de manera autónoma, sin necesidad de un estímulo externo, y es más frecuente en etapas iniciales de la relación. El deseo responsivo, en cambio, se activa en respuesta a un estímulo erótico o afectivo. Ninguno es mejor ni más válido que el otro y podemos tener etapas donde predomine uno y épocas donde lo hace el otro.
Cuando un varón dice “solo tenemos relaciones cuando ella quiere”, suele implicar que su pareja presenta un deseo responsivo, lo que significa que necesita sentirse emocionalmente conectada o expuesta a estímulos pertinentes para activar su deseo. Sin embargo, la construcción del deseo responsivo no está integrada en el imaginario colectivo, lo que lleva a que sea percibido como “falta de deseo”, “bajo deseo” o el típico “rechazo”.
La carga de la iniciativa sexual y la socialización de género
En muchas parejas heterosexuales, la iniciativa sexual sigue siendo una responsabilidad principalmente masculina. Si la mujer no responde de inmediato, el varón puede interpretar la situación como un problema de atracción o incluso como una forma de rechazo. Sin embargo, esta lectura omite los factores estructurales y emocionales que afectan el deseo femenino. Las mujeres han sido socializadas para priorizar el placer del otro, lo que puede generar dificultades para conectar con su propio deseo. Además, la sobrecarga mental, la asimetría en la división de tareas domésticas y de cuidado sumado a la falta de tiempo para una misma afectan directamente su capacidad de sentirse deseantes. Por otro lado, en muchas relaciones, los varones han aprendido que su deseo debe ser validado a través de la respuesta de su pareja. Cuando esta no es inmediata o constante, puede surgir frustración o inseguridad, en lugar de una comprensión más profunda del funcionamiento del deseo responsivo.
En lugar de interpretar la diferencia de deseo como un problema de “rechazo” o “control”, es clave trabajar en estrategias que favorezcan una sexualidad más conectada y placentera para todas las partes:
1. Despatologizar la diferencia de deseo: Entender que las diferencias en el deseo son la regla y no la excepción y no indican necesariamente una falta de amor o atracción.
2. Reformular la idea de iniciativa sexual: La erótica no siempre comienza con el deseo de tener sexo, sino con la posibilidad de crear un contexto que active el querer o el gustar.
3. Generar espacios de intimidad no coitocentristas: Explorar otras formas de intimidad. Apostar al tiempo de calidad
4. Redistribuir las tareas domésticas y de cuidados: Reducir la carga mental de la mujer puede generar un contexto más propicio para el deseo.
5. Eliminar la coercitividad sexual: Presionar a una persona para mantener relaciones puede generar rechazo y resentimiento, entre otros malestares, alejando aún más la posibilidad de encuentros sexuales satisfactorios.
6. Explorar formas alternativas de placer: Las parejas pueden ampliar su repertorio erótico más allá del mete y saca, descubriendo qué les genera bienestar a todos.
Para ir acabando…
La frase no solo refleja una diferencia de deseo, sino también una serie de mitos sobre la sexualidad y el placer. Revisar estos conceptos permite abordar la discrepancia sexual sin culpabilizar ni patologizar a ninguna de las partes. En vez de pensar que “solo tenemos relaciones cuando ella quiere”, reformulemos por “solo tenemos relaciones cuando coincidimos que los dos queremos”.
El desafío radica en construir una sexualidad basada en el respeto, la comunicación, el consenso y el consentimiento. La erótica en pareja es un baile en el que el ritmo puede cambiar, pero lo importante es aprender a bailar juntos.
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Los titulares se desprenden de las consultas que propone la audiencia en @lic.noeliabenedetto. Este espacio informativo no suplanta a una consulta con un/a profesional de la salud.