La Sexión: Estrés y deseo sexual: ¿Cómo afecta nuestra vida íntima?

La Lic. Noe Benedetto nos cuenta cómo este silencioso intruso puede operar sobre nuestro deseo.

El estrés es un componente omnipresente en la vida moderna. Las demandas laborales, las responsabilidades familiares, los problemas financieros y los cambios sociales generan una presión constante que repercute en diversas áreas de la vida, incluida la sexualidad. El deseo sexual está profundamente influenciado por el contexto, el estado emocional y físico de las personas, así como por las dinámicas vinculares.
El estrés como enemigo silencioso del deseo
El estrés es una respuesta natural del cuerpo ante situaciones que percibimos como amenazantes o desafiantes. Cuando se activa, nuestro sistema nervioso libera cortisol y adrenalina, hormonas diseñadas para ayudarnos a enfrentar el peligro. Sin embargo, en contextos de estrés crónico (como exigencias laborales, problemas financieros o emocionales no resueltos) estos mecanismos pueden pasar de ser adaptativos a destructivos, afectando nuestra salud sexual y capacidad para disfrutar de la intimidad. La producción excesiva de cortisol, conocida como la “hormona del estrés”, disminuye la de testosterona, una hormona relacionada con el deseo sexual en todas las personas, independientemente de su género.
También tiene un impacto significativo en el plano psicológico y relacional. Algunas de las formas en las que se manifiesta incluyen:
  • Falta de conexión con la situación sexual: Las preocupaciones recurrentes dificultan el disfrute del momento presente, lo que puede llevar a la desconexión erótica.
  • Inseguridades para con la autoimagen: El estrés prolongado a menudo está asociado con fatiga, insomnio, variaciones de peso, y otros cambios físicos que pueden afectar la autoestima y la percepción de deseabilidad.
  • Conflictos vinculares: Es habitual que la persona con menor deseo sea percibida como “el problema”. Esta perspectiva ignora que el deseo es relacional y que, en contextos de estrés, todas las partes necesitan desarrollar estrategias conjuntas para cuidar su conexión emocional y sexual.
Tiene un impacto diferenciado de acuerdo al género: si bien en todos los casos, la disminución del deseo sexual es una de las consecuencias más comunes.
Personas con vulva y socializadas mujeres
El deseo sexual en este grupo suele estar más influenciado por factores contextuales y emocionales. Las altas exigencias sociales relacionadas con el cuidado de otras personas, el rol laboral y la gestión de los vínculos pueden generar una sobrecarga mental conocida como “carga mental”, que disminuye la disponibilidad para el deseo sexual.
El estrés también puede afectar la lubricación vaginal y generar dificultades para orgasmear. Además, los cambios hormonales cíclicos asociados al ciclo menstrual, embarazo o climaterio pueden interactuar con el estrés y magnificar su impacto.
Personas con penes y socializados varones
El deseo sexual en este grupo tiende a ser percibido como más espontáneo, aunque no está exento de fluctuaciones por estrés. Una de las principales consecuencias del estrés son las dificultades erectivas y eyaculatorias, que puede generar ansiedad de rendimiento y, a su vez, reforzar un círculo vicioso de evitación sexual.
Cultura del rendimiento y sexualidad: una combinación problemática
En un mundo donde se valora la productividad y el logro constante, muchas personas experimentan una presión adicional para “rendir” en el ámbito sexual. Esta visión mecanicista de la sexualidad, promovida por ciertos discursos mediáticos y culturales, reduce el acto sexual a un desempeño técnico, desvinculándolo del placer, la exploración y el disfrute.
El estrés y las expectativas de rendimiento sexual son un cóctel explosivo. Por ejemplo, el estrés puede disminuir la capacidad de excitación o la respuesta orgásmica, lo que puede ser interpretado como un “fracaso”. Este pensamiento alimenta la inseguridad y perpetúa la disminución del deseo sexual.
¿Qué podemos hacer?
En principio regular e intentar reducir los niveles de estrés. El autocuidado es una herramienta poderosa para mitigar el impacto del estrés en la sexualidad. Esto incluye establecer límites claros en el trabajo, priorizar el descanso y dedicar tiempo a actividades que brinden placer en general y relajación.
Es crucial romper con la idea del sexo como una obligación o un escenario de desempeño. A menudo, el estrés y la disminución del deseo sexual están relacionados con expectativas irreales sobre cómo “debería ser” la sexualidad.
La terapia sexológica y psicológica ofrece múltiples estrategias para ayudar a las personas a manejar el estrés y su impacto en la sexualidad, desafiar mitos, se puede trabajar para despatologizar estas experiencias y fomentar la aceptación del propio ritmo sexual.
El estrés y el deseo sexual están profundamente interconectados, pero esto no significa que deban estar condenados a una relación conflictiva. Con algunas estrategias, es posible reducir el estrés y darle margen al deseo sexual. En un mundo donde el estrés parece ineludible, aprender a manejarlo y a cuidar nuestra sexualidad es un acto revolucionario.
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Los titulares se desprenden de las consultas que propone la audiencia en @lic.noeliabenedetto. Este espacio informativo no suplanta a una consulta con un/a profesional de la salud.

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