La Papisa Juana: la mujer que llegó a ser Papa

Una mujer que habría alcanzado el trono papal disfrazada de hombre, aún fascina siglos después. Aunque los historiadores descartan su veracidad, la leyenda persiste como símbolo de cuestionamiento hacia los roles de género en la Iglesia y como fuente de inspiración en la cultura popular.

La leyenda de la Papisa Juana relata que una joven alemana, dotada de gran inteligencia y ansias de conocimiento, logró burlar las restricciones de su época al disfrazarse de hombre bajo el nombre de Juan Anglicus. Según las versiones más difundidas, Juana viajó por Europa, estudió en Atenas y, gracias a su erudición, llegó a escalar posiciones en la jerarquía eclesiástica hasta convertirse en Papa en pleno siglo IX. Su verdadera identidad quedó al descubierto de manera dramática: durante una procesión en Roma, Juana dio a luz en público, lo que provocó su muerte a manos de una multitud enfurecida.

El origen de la leyenda se remonta al siglo XIII, cuando el cronista dominico Jean de Mailly escribió:

“Se trata de cierto papa o mejor dicho papisa que no figura en la lista de papas u obispos de Roma, porque era una mujer que se disfrazó como un hombre y se convirtió, por su carácter y sus talentos, en secretario de la curia, después en cardenal y finalmente en Papa. Un día, mientras montaba a caballo, dio a luz a un niño. Inmediatamente, por la justicia de Roma, fue encadenada por el pie a la cola de un caballo, arrastrada y lapidada por el pueblo durante media legua.”

Con el tiempo, otros cronistas como Martín de Opava añadieron detalles y señalaron la fecha del papado de Juana entre los años 855 y 857. La historia fue adaptada y enriquecida por distintos autores, lo que contribuyó a su difusión y a la confusión sobre su posible veracidad.

Uno de los elementos más llamativos asociados a la leyenda es el rito de los “Palpati”. Según el mito, tras el escándalo de la Papisa Juana, la Iglesia instauró una ceremonia en la que un diácono debía comprobar la masculinidad del nuevo pontífice. Consistía en sentar al Pontífice en una silla con un agujero y palpar sus genitales.

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