El microbioma humano y su influencia en la salud y la naturaleza

El educador ambiental y fundador de Quinta Esencia, Christian Tiscornia, nos aporta claves sobre estos microorganismos fundamentales para la vida.

Nuestro cuerpo está compuesto por microorganismos encargados de la producción de vitaminas, la defensa ante enfermedades y mantener nuestros organismos resilientes. El microbioma humano es similar a la comunidad microbiana que se encuentra en lo suelos fértiles y regula la salud del medioambiente. El educador ambiental y Fundador de la escuela para la regeneración Quinta Esencia, Christian Tiscornia, nos aporta algunas claves sobre estos microorganismos fundamentales para la vida.

Tienen un rol fundamental en la vida humana y de todas las especies. Sin embargo, nuestro accionar sobre la tierra – en cuanto a la producción de alimentos – y sobre nuestros propios cuerpos  – en cuanto a la forma en que nos alimentamos – están amenazándolas.

Los microbiomas

El microbioma humano es el conjunto de microorganismos que viven simbióticamente en nuestro cuerpo. Están formados por una diversidad de bacterias, levaduras, arqueas, hongos, protozoarios e incluso virus. Se calcula que en nuestro organismo viven más de cien billones de células de microbios de al menos 10 mil especies diferentes. Por cada célula humana se encuentra una bacteria, lo que conforma una comunidad interactiva.

Este microbioma está encargado de fabricar nutrientes bajo un funcionamiento correcto, lo que supone una medicina propia. Se estima que no se conoce ni el 1% del microbioma que integra nuestro organismo. De acuerdo con los nuevos paradigmas científicos, el microbioma se reconoce como un nuevo órgano con la singularidad de ser el único que está formado por células no humanas. Los microorganismos que integran nuestro cuerpo tienen una parte innata – que es modificable, entre otros factores, por la alimentación – y otra parte hereditaria, lo que vuelve al perfil microbiano de cada persona, único e irrepetible.

Tiene un impacto directo sobre nuestra salud digestiva, inmunológica y emocional. Tiene un papel clave en procesar y extraer nutrientes de los alimentos, producir vitaminas, hormonas, el cuidado de potenciales enfermedades causadas por microrganismos patógenos, regular el metabolismo, y reforzar nuestro sistema inmunológico. Además, regula la producción de moléculas clave para gestionar nuestras emociones como la serotonina. Como casi el 80% de estas hormonas se produce en los intestinos, es muy importante mantener una alimentación saludable a base de verduras, frutas y legumbres. Por otra parte, el 90% de las enfermedades se relacionan directa o indirectamente con la salud gastrointestinal y de la microbiota.

La alimentación

Para lograr un buen funcionamiento de la flora intestinal es necesario promover la diversidad y equilibrio de los microorganismos, gracias a que cada uno cumple una función diferente y vital. La forma de hacerlo es a través de la alimentación, con la incorporación de probióticos – chucrut, kéfir, kombucha, kimchi o pan de masa madre – que tienen bacterias y levaduras beneficiosas para el intestino y prebióticos – frutos secos, las legumbres, la avena, la leche materna, la banana, la miel, el alcaucil, la remolacha o el puerro, etc. – que son alimentos ricos en fibra y que, al no ser digeribles por enzimas humanas son alimentos directos para los microorganismos.

Estos alimentos fomentan un tipo distinto de bacterias, por ende, cuanto más diversa sea nuestra dieta mayor cantidad y variedad de bacterias intestinales buenas y saludables serán cultivadas. Sumado a ello, mantenerse en contacto con la naturaleza y sus microorganismos reforzamos nuestra diversidad y cantidad de bacterias beneficiosas.

Crisis microbiótica

Los altos niveles de stress, el uso indiscriminado de antibióticos – en humanos y en animales de granjas industriales -, dietas pobres en fibras, un alto consumo de productos ultra procesados, la disminución en la lactancia materna y la constante exposición a pesticidas en los alimentos están teniendo consecuencias negativas sobre nuestros microorganismos y nuestra salud.

El uso de glifosato, por ejemplo, puede causar disbiosis, un desequilibrio entre microorganismos beneficiosos y patógenos. Esto deriva en menos defensas naturales contra enfermedades, menos salud, y por ende, una menor capacidad de resiliencia. Lo que pasa en nuestros organismos termina replicándose en el suelo. Nuestros intestinos se empobrecen y nuestros suelos se van convirtiendo en desiertos sin rastros de vida.

Los superorganismos que viven dentro de nosotros y el suelo – sus anfitriones – están íntimamente conectados. Cuando mayor es la biodiversidad del microbioma del suelo mayor es su bienestar y la calidad de vida del resto de los ecosistemas. Los microorganismos ayudan a nutrir a las plantas produciendo una diversidad de minerales, defendiéndolas de patógenos y participando del proceso de fijación de carbono en los suelos, evitando la desertificación y hasta ayudando a purificar el agua al mejorar la capacidad de filtración del suelo y de eliminar contaminantes. Esto tiene un impacto en la calidad de nuestro alimento, en el oxígeno que respiramos y en el agua que tomamos.

En menos de 50 años el vínculo de los humanos con el suelo ha cambiado considerablemente al modificarse la forma de trabajar la tierra y producir alimentos a base de pesticidas, fertilizantes sintéticos, monocultivos y antibióticos para los animales de granjas industriales. Esto modifica drásticamente nuestro estilo de vida y nuestros hábitos alimenticios. Estos cambios se dieron en perjuicio de la diversidad y calidad del microbioma humano y del suelo, y en consecuencia, de la salud de todas las especies del planeta.

Esto plantea la necesidad de profundizar un nuevo paradigma de la regeneración. Para ello debe reafirmarse el cuidado de la biodiversidad y las interconexiones entre nuestras formas de tratar al suelo, de alimentarnos y de producir alimentos.

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