La Mona hizo bailar a todo Cosquín Rock

Y un día el cuarteto copó el Cosquín Rock de la mano de Carlos “la mona” Jiménez. El artista cordobés mostró sus credenciales de leyenda con los clásicos ejecutados con maestría en un marco de festividad y emoción. Pasada la medianoche el artista subió al escenario escoltado por su familia y Juanse. Se bajaron las luces, desde el escenario se encendieron fuegos artificiales, la banda soltó Seguí en Carrera y La Mona hizo el resto. Inmediatamente el público estalló, aunque el sonido tuvo algunos problemas al principio. La cosa se empezó a acomodar con Amor Prohibido y Tinta China, que fueron coreados a viva voz por el público y con una banda que que realmente funcionó como una verdadera orquesta de tunga tunga.

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El show contó con todo el ritual clásico del Mandamás: lectura de banderas para nombrar con señas a las diferentes localidades, pasos de baile, cambio de vestuario y mucha devoción por parte del público.  La primera parte cerró con Un Muchacho de Barrio, que contó con una intro percusiva trival.  Tras el cambio de vestuario, (arrancó con remera negra rejilla, luego metió remera rosa con mangas y más tarde traje de mangas cortas doradas), arremetió con El León.

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Párrafo aparte para la parte femenina de la banda en güiro, tambora y conga, con las exmúsicas de Qué Las Parió!, la banda de Lore Jiménez. El repertorio siguió con La Pupera y El Marginal, coreado en plena fusión de tribus urbanas. La frutilla del postre fue Me Mata, un inoxidable de Jiménez que no suena habitualmente en vivo.

El segmento final vino con El Renegado y Solo Contigo, en la cual se lució su voz, realmente intacta tras una hora y media de show.  La sorpresa fue la presencia de Micky (ex bajista de Los Piojos) y Juanse, a quienes se sumó José Palazzo para hacer ¿Quién se ha Tomado Todo el Vino? y Beso a Beso.

Para el anecdotario quedaran tanto las reverencias de Juanse hacia la Mona, quien sin remera terminó arengando en el escenario al grito de “Viva la Mona, como el intercambio del artista con su público, tal como lo hizo en Lollapalooza.

Las 40 mil personas que asistieron a esta velada histórica la vivieron como una verdadera fiesta de rock, sin barreras.  Por una noche, en este mundo de grietas, el público se fundió en una misma sintonía, la de la música.

Por Santiago Ramos.

Fotografías: Nico Papa /Sepia Imágenes

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