Cómo hablamos cuando hablamos de discapacidad intelectual
La discapacidad intelectual, históricamente, fue un tema rodeado de estigmas y malentendidos. La forma en que nos referimos a ella y la manera en que se evalúa todavía genera debates, especialmente en lo que respecta al uso del lenguaje y a la clasificación científica.

En la sociedad, los términos utilizados coloquialmente para describir a las personas con discapacidad intelectual son objeto de debate. Tradicionalmente, se utilizaron términos como “retrasado mental”, “subnormal” o incluso insultos como “imbécil” o “idiota”. Aunque algunas de estas expresiones ya no se consideran apropiadas, aún persisten en ciertos sectores. Es fundamental que el lenguaje evolucione hacia una mayor empatía y respeto.
Recientemente, un decreto de la Agencia Nacional de Discapacidad de Argentina resucitó los términos “imbécil”, “idiota” y “débil mental” en el proceso de evaluación para pensiones por invalidez. Esta normativa clasifica a las personas con discapacidad intelectual de acuerdo con su coeficiente intelectual (CI). Según la resolución, se consideran “idiotas” a aquellas personas con un CI de entre 0 y 30, “imbéciles” a quienes tienen un CI entre 30 y 50, y “débil mental” a quienes se encuentran en el rango de 50 a 70, entre otros.

Por su parte, varias organizaciones argentinas trabajan por la inclusión de las personas con discapacidad intelectual. Entre ellas, se encuentra Fundación DISCAR, ADPD (Asociación por los Derechos de la Persona con Discapacidad), CILSA, entre otras.
El coeficiente intelectual (CI) es una cifra que mide la inteligencia de una persona, obtenida mediante una serie de pruebas. Estas pruebas evalúan la comprensión verbal, el razonamiento perceptivo, la memoria operativa y la velocidad de procesamiento. Para calcularlo, generalmente, se utiliza la escala de Wechsler que compara la edad mental de la persona con su edad cronológica, y con esos datos se obtiene el CI.
A continuación, se presentan los niveles de CI, según el DSM-5 (la clasificación diagnóstica internacional):
El diagnóstico de “funcionamiento intelectual límite” corresponde a aquellos con un CI entre 70 y 79 puntos. Es importante destacar que esta clasificación no es definitiva ni debe ser utilizada para etiquetar a las personas, ya que la inteligencia es solo una de las muchas facetas del ser humano.
Es crucial que revisemos cómo hablamos sobre la discapacidad intelectual y los términos que usamos en la sociedad y en las políticas públicas. El lenguaje tiene un poder enorme para construir realidades más inclusivas y respetuosas, y en el caso de las personas con discapacidad, este cambio de enfoque es esencial para promover su integración y bienestar.
La Teoría de las Inteligencias Múltiples
Una de las formas de repensar la inteligencia es a través de la Teoría de las Inteligencias Múltiples, propuesta por el psicólogo Howard Gardner. Según esta teoría, no existe una única forma de medir la inteligencia, sino que hay múltiples tipos de inteligencia que se desarrollan en paralelo.
Gardner identifica ocho tipos de inteligencia, cada uno relacionado con diferentes habilidades cognitivas.
- Inteligencia lingüística: La capacidad para dominar el lenguaje y comunicarse eficazmente. Personas con alta inteligencia lingüística suelen ser buenos escritores, oradores o comunicadores.
- Inteligencia lógico-matemática: Habilidad para resolver problemas matemáticos y lógicos, clave para científicos, matemáticos e ingenieros.
- Inteligencia espacial: La capacidad para visualizar y manipular objetos mentalmente, útil para arquitectos, diseñadores y artistas visuales.
- Inteligencia musical: La habilidad para percibir, discriminar y producir música, característica de músicos y compositores.
- Inteligencia corporal-cinestésica: Relacionada con la destreza física y motora, esencial para deportistas, bailarines y cirujanos.
- Inteligencia interpersonal: La habilidad para entender y relacionarse eficazmente con otras personas, típica de educadores, psicólogos y líderes.
- Inteligencia intrapersonal: La capacidad para comprenderse a uno mismo y gestionar las propias emociones, vital para el desarrollo personal.
- Inteligencia naturalista: La habilidad para identificar y clasificar elementos del entorno natural, como en biólogos y ecologistas.